
Cuando leemos relatos de milagros en la literatura, no tenemos problemas en separar la "realidad de la ficción". Sin embargo, cuando leemos la Biblia, nos cuesta en demasía realizar el mismo ejercicio, aún cuando también estamos hablando de literatura antigua.
No me interesa perderme en la discusión sobre si los relatos de milagros ocurrieron o no, son históricos (en el sentido moderno del término) o no.
Hay una tercera opción que sin duda me parece mucho más provechosa para nuestra fe y espiritualidad, la cual nos llama a ser agentes de cambio en nuestras realidades.
Al fin de cuentas, de eso se trata: vivir una fe que sea relevante en el día a día.
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