Corremos de un lado para otro, persiguiendo nuestros sueños, cumpliendo expectativas de otros y, sin darnos cuenta, nos hemos vaciado. Pero, ¿qué hacer para volver a volar?
En medio del dolor nos cuesta entender el propósito, pero si dejamos que Dios intervenga pueden suceder cosas maravillosas e inesperadas. Revisa la historia de José en Génesis 50.
Cuando vemos las circunstancias nos cegamos a las oportunidades que están disponibles para nosotros. Dios puede darnos mucho más de lo que pedimos o incluso imaginamos (Efesios 3.20), si cambiamos nuestra mirada al Reino.
Conocer a Jesús como el niño que nació en Belén no es suficiente.
Debemos ver su misión entre nosotros y apreciar todo lo que hace por nosotros.
🎙️ SONIDO DEL REGOCIJO – ¡ÉL VIVE!
La tumba está vacía, la muerte ha sido vencida. El mismo poder que resucitó a Jesús está disponible para ti. Lo que parecía perdido, Dios puede restaurarlo.
🔥 ¿Qué necesitas que Dios resucite en tu vida?
Escucha y celebra conmigo. 🎧
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🎙️ SONIDO DEL SILENCIO – CUANDO PARECE QUE DIOS NO HABLA
El sepulcro está cerrado. Silencio. Parece el final, pero Dios sigue obrando. En nuestros momentos de espera, cuando no entendemos, ¿confiamos en que Él sigue en control?
🔥 El silencio de Dios no es su ausencia. ¿Estás dispuesto a esperar en Él?
Escucha y reflexiona conmigo. 🎧
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🎙️ SONIDO DEL MARTILLO – EL PESO DE NUESTRO PECADO
Golpe tras golpe, los clavos atraviesan sus manos. No eran solo clavos romanos… era nuestro pecado, nuestra indiferencia. Jesús fue crucificado por amor, pero ¿seguimos clavándolo con nuestras acciones?
🔥 Cada pecado es un golpe más. ¿Seguimos sosteniendo el martillo?
Escucha y reflexiona conmigo. 🎧
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🎙️ SONIDO DEL RECHAZO – EL ECO DE "¡CRUCIFÍCALO!"
El murmullo de la multitud se vuelve un grito ensordecedor: "¡Crucifícalo!". Aquel que sanó, amó y perdonó es rechazado. Pero, ¿cuántas veces hacemos lo mismo? Cada vez que ignoramos su voz, cada vez que elegimos el mundo en lugar de Él.
🔥 ¿En qué áreas de tu vida sigues diciendo "no" a Jesús?
Escucha y reflexiona conmigo. 🎧
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Frente a Pilato, Jesús afirmó: “Mi reino no es de este mundo.” (Juan 18:36, NTV)Este fue un momento crucial. Pilato pensaba que Jesús iba a luchar por una corona terrenal, pero Él dejó claro que su Reino no se basa en poder militar ni en riquezas. El Reino de Dios es eterno, transformador, y diferente a todo lo que conocemos. Jesús vino a traer un Reino que cambia corazones, no gobernantes ni territorios.
Hoy, cuando buscamos el poder, el éxito o el control, ¿recordamos que el Reino de Dios no es de este mundo? Jesús no vino a imponer una corona visible, sino a gobernar en los corazones de aquellos que le siguen.
El Reino de Dios no depende de lo que el mundo valora. Se trata de una transformación interior, que comienza cuando permitimos que Jesús sea el Rey de nuestras vidas.
Justo antes de ir a la cruz, Jesús miró a sus discípulos a los ojos y les dijo: “Aquí en el mundo tendrán muchas pruebas y tristezas; pero anímense, porque yo he vencido al mundo.” (Juan 16:33, NTV)
No prometió una vida sin dolor, pero sí una paz en medio de la tormenta. En el Reino de Dios, el sufrimiento no tiene la última palabra. Jesús ya venció. Y si Él venció, nosotros también podemos permanecer firmes, con esperanza.
“Porque nada nos separará del amor de Dios, ni la muerte, ni la vida, ni los ángeles, ni los principados, ni lo presente, ni lo por venir...” (Romanos 8:38-39)
¿Estás viviendo una temporada difícil? ¿Sientes que todo se tambalea?
En Cristo, las aflicciones no nos derrotan: nos recuerdan que nuestra victoria está en Aquel que venció.
En el Reino de Dios, muchas cosas se ven al revés de como las hemos aprendido. Allá, el que pierde… gana.
Jesús dijo: "Al que quiera salvar su vida, la perderá; y al que pierda su vida por causa de mí y del evangelio, la salvará." (Marcos 8:35). No se trata de un llamado al sufrimiento por sufrir, sino a una entrega radical. Cuando vivimos solo para nosotros, nos vaciamos. Pero cuando nos rendimos por amor a Jesús, encontramos la verdadera vida.
“Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame.” (Mateo 16:24)
Guardar todo, controlar todo, asegurar todo… nos puede llevar a vivir una vida sin propósito. Pero rendirla por causa de Cristo, es descubrir lo eterno.
¿Qué estás intentando retener que deberías entregar? Solo cuando soltamos, comenzamos a vivir de verdad.
En el Reino de Dios, los valores están completamente invertidos respecto a lo que el mundo considera éxito o bendición. Jesús dijo: “Dios bendice a los que lloran, porque serán consolados. Dios bendice a los humildes, porque heredarán toda la tierra.” (Mateo 5:4-5, NTV)
En nuestra lógica humana, llorar es señal de debilidad. Ser manso es ser pasado a llevar. Pero en el Reino, quienes lloran no son abandonados, sino abrazados. Quienes eligen la humildad sobre la arrogancia, recibirán herencia eterna.
La mansedumbre no es falta de fuerza, es fuerza bajo control. Y el llanto no es derrota, es el umbral de la consolación divina.
¿Estás dispuesto a valorar lo que el cielo valora, aunque el mundo lo desprecie?
En el Reino, los últimos heredan. Los quebrantados reciben. Los mansos conquistan.
En el Reino de Dios, la justicia no se impone con venganza, ni la dignidad se defiende con violencia. Jesús dijo: "A cualquiera que te hiera en la mejilla derecha, vuélvele también la otra." (Mateo 5:39).
Esto no es debilidad, es fortaleza del alma. No significa permitir abusos, sino cortar de raíz el ciclo del odio. Es responder al mal con bien, desarmar al agresor con gracia.
“No devuelvan mal por mal ni insulto por insulto, al contrario, bendigan, porque para esto fueron llamados, a fin de recibir una bendición.” (1 Pedro 3:9)
En un mundo que enseña “no te dejes”, Jesús nos llama a confiar en una justicia mayor, a vencer el mal con el bien.
¿Y tú? ¿Responderás con la lógica del mundo… o con la fuerza del Reino?
El amor siempre tendrá la última palabra.
En el Reino de Dios, muchas definiciones se invierten. Lo que el mundo llama pérdida, Dios lo llama siembra. Lo que parece una derrota, puede ser el inicio de una victoria.
Jesús dijo: “Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto.” (Juan 12:24). “Y el que se ama a sí mismo pierde la vida; y el que odia su vida en este mundo, la guardará para vida eterna.” (Juan 12:25)
Él no hablaba solo de su muerte, sino de un principio profundo: solo cuando dejamos de vivir para nosotros mismos, empieza a brotar vida verdadera.
En la lógica del Reino, morir no es el final, es el comienzo. Entregar nuestros planes, nuestro ego, nuestros temores... eso es sembrar. Y en Dios, toda semilla entregada con fe dará fruto.
¿Qué necesitas soltar hoy para que Dios haga crecer algo nuevo? Tal vez es tiempo de dejar caer esa semilla en tierra.
En el Reino de Dios, la grandeza no se mide por aplausos ni por estatus. Allí, el camino hacia lo alto comienza por bajar.
Jesús, al ver a sus discípulos discutir sobre quién sería el más grande, les dijo: "El que quiera ser el primero, sea el último de todos y el servidor de todos." (Marcos 9:35).
En nuestro mundo, ser primero es sinónimo de poder. Pero en el Reino, es sinónimo de servicio. Es agacharse para lavar pies, es ceder el lugar, es servir en lo invisible.
El que se humilla será exaltado, y el que se exalta será humillado.” (Mateo 23:12)
¿Qué lugar buscas en la fila? ¿El del que es visto… o el del que sirve con amor?
Solo los que se hacen últimos, descubren la verdadera grandeza.
En el Reino de Dios, el amor no se mide por lo que sentimos, sino por lo que decidimos hacer. Jesús dijo: “Pero a ustedes que están dispuestos a escuchar, les digo: amen a sus enemigos. Hagan bien a quienes los odian. Bendigan a quienes los maldicen. Oren por aquellos que los lastiman.” (Lucas 6:27-28, NTV)
Este tipo de amor no es natural, es sobrenatural. No nace de nosotros, nace de Dios. En un mundo donde devolver mal por mal parece justo, Jesús nos llama a romper el ciclo con gracia.
“Si amas solo a los que te aman, ¿qué recompensa tienes? Aun los recaudadores de impuestos hacen eso. Y si solo saludas a tus hermanos, ¿qué haces de más? Aun los gentiles hacen eso.” (Mateo 5:46-47)
Amar a quien nos hiere no es debilidad, es poder del Reino. Porque sólo un corazón transformado por Dios puede responder así.
¿Y tú? ¿A quién necesitas soltar hoy… para amar como Él?
Amar como Jesús no tiene sentido... excepto en su Reino.