
Durante el período del Terror se derramó tanta sangre, las más de las veces con tan precipitada desenvoltura, que sus efluvios acabaron por soliviantar la náusea en aquél por quien, en teoría, todo se hacía, el pueblo francés; razón por la cual éste acogió con alivio la ejecución del gran ejecutor, Robespierre, así como de sus inflamables compañeros. El vacío de poder creado por tales acontecimientos lo vinieron a llenar los hombres del “Termidor”, a saber, los diputados del centro de la Convención, Sieyès, Cambacerès, Boissy d´Anglas, entre otros. Su objetivo era luchar al mismo tiempo contra los epígonos del Terror y contra los realistas, “ni 1791, ni 1793”, proclamaban, para instaurar una república conservadora.