
El sistema empleado por los aparatos de bombardeo alemanes, añade el corresponsal del Times, puede interesar a aquellos que estudian la nueva ciencia militar. Para comenzar, pequeños grupos de aviones lanzaron pesadas bombas y granadas de mano sobre toda la ciudad, atacando los barrios uno después de otro, siguiendo un plan bien ordenado. Tras ello, aviones de combate volando muy bajo, a menos de 150 metros, segaron a la ametralladora las gentes que el pánico había impulsado a salir de sus abrigos, algunos de los cuales habían sido perforados hasta profundidades de 7 y 8 metros por obuses de media tonelada. Un gran número de esas pobres gentes fueron matadas, al igual que las ovejas que habían sido traídas al mercado. El proceso de bombardeo de una ciudad abierta no carecía de cierta lógica interna. Se trataba en primer lugar de emplear granadas de mano y enormes bombas para sembrar el pánico entre la población civil, seguidamente de ametrallar a las gentes para obligarlas a refugiarse bajo tierra y finalmente volcar bombas de gran tamaño y bombas incendiarias para demoler las casas y quemar a las personas. Los sacerdotes recitaban plegarias y bendecían a las multitudes arrodilladas en los abrigos destruidos.