
El liberalismo Teológico es un movimiento que cuestionaba la autoridad de la palabra de Dios, que influyó fuertemente en el cristianismo desde mediados del siglo XVII hasta la década de 1920.
El movimiento tomó la doctrina del cristianismo bíblica redentora revelada, y la convirtió en un moralismo deísta. Negó la literalidad de la caída del hombre y la propuso como una idealización moralista de cómo todas las personas corrompen sus disposiciones morales. Para Kant, la gente no heredaba el pecado original. Para él “nacer de nuevo” no era la obra regeneradora del Espíritu Santo, sino un acto de la voluntad humana para reorientar la disposición hacia el deber moral. Kant también propuso que la divinidad de Jesús consistía en que él era el arquetipo de la buena voluntad moral, no el Hijo ontológico de Dios. La obra de Jesús entonces no era una expiación sustitutiva. El pecado, o lo que él llamó “mal radical”, era tan personal que no podía ser expiado por otra persona, sino que debería ser expiado únicamente por el yo autónomo.
Para justificar sus divergencias con el cristianismo ortodoxo, Kant dijo que siempre que la Biblia difiere de nuestra razón, debemos ajustar el texto a principios racionales. También formuló la distinción moderna entre el pastor y el erudito. Si bien el clero está moralmente obligado a defender las confesiones históricas de sus respectivas iglesias, los eruditos serían libres de criticar y publicar sus hallazgos basados en criterios modernos. Esta distinción estableció el precedente para un doble estándar de verdad entre lo que la iglesia enseñaba basado en la revelación bíblica y la teología emergente basada en criterios racionales.