
En este mensaje compartido en Casa (CRS), hablo sobre esas heridas que muchos cargan pero pocos reconocen. A veces nos presentamos fuertes, con la armadura puesta, sirviendo, liderando, sonriendo… pero hay heridas debajo que todavía sangran. A través de la historia del rey Acab, aprendemos que no importa cuán brillante sea la armadura, si no permitimos que Dios sane lo que está oculto, esa herida terminará afectando nuestro propósito.
Este mensaje es un llamado a dejar de cubrir el dolor y permitir que el Espíritu Santo traiga verdadera sanidad donde nadie más puede llegar.