
La 80ª Asamblea General de la ONU marca un punto de inflexión: varios países anuncian el reconocimiento de Palestina como Estado. Un gesto que no detendrá los bombardeos ni resolverá la división territorial, pero que puede alterar equilibrios diplomáticos, aislar posturas intransigentes e instalar un consenso global hacia la solución de dos Estados. Lo que está en juego no es solo el futuro palestino, sino la credibilidad misma de la comunidad internacional para transformar palabras en hechos.