
La rabia es una de las emociones a la que más connotaciones negativas suelen asociarse. Se relaciona con gritar, explotar, invadir o incluso agredir.
Esta surge del sentimiento de frustración que experimentamos ante una diferencia entre lo que creemos, o deseamos que pase y lo que sucede en realidad.
Provoca aumento en el ritmo cardiaco y en nuestra presión arterial. Por tanto es necesario permitir que la energía que produce salga constantemente, pero en una dosis equilibrada.
Lo que ocurre es que al no saber cómo implementar adecuadamente tal sobrecarga de energía, en lugar de contribuir a la resolución del problema a menudo ella se convierte en un problema más.