
En el episodio anterior profundizamos sobre la existencia de Dios. A través de argumentos racionales —la necesidad de un primer motor, una causa primera, un ser necesario, una perfección absoluta y una inteligencia ordenadora— concluimos que Dios no es una suposición, sino una verdad demostrable.
Hoy hablaremos del hombre. Si Dios existe, entonces su criatura no puede reducirse solo a materia organizada.
En este episodio abordamos la segunda verdad: el hombre tiene alma.
No se trata de una creencia impuesta ni de una idea poética, sino de una realidad que se impone por la inteligencia: el alma es principio vital, pero también fuente de pensamiento, voluntad, libertad y conciencia.
Analizaremos por qué esta alma no puede ser producto de la materia, cómo su existencia se sostiene por la razón, y qué implica reconocer en el hombre una dimensión espiritual.