¿Sabías que Jesús nunca juzgó a los fariseos? Él no los condenó, los confrontó.
Y esa diferencia lo cambia todo. Porque juzgar busca señalar y sentirse superior, pero confrontar desde el amor busca sanar, corregir y liberar.
Jesús no vino a imponer reglas humanas ni tradiciones vacías, sino a recordarnos que lo que realmente contamina al ser humano no es lo externo, sino lo que sale del corazón. Mientras los fariseos se preocupaban por la apariencia, Jesús miraba la intención.
Dios no busca perfección aparente, busca corazones sinceros.
El desafío es dejar de vivir para agradar a la religión… y empezar a vivir para agradar al Padre.
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¿Sabías que Jesús nunca juzgó a los fariseos? Él no los condenó, los confrontó.
Y esa diferencia lo cambia todo. Porque juzgar busca señalar y sentirse superior, pero confrontar desde el amor busca sanar, corregir y liberar.
Jesús no vino a imponer reglas humanas ni tradiciones vacías, sino a recordarnos que lo que realmente contamina al ser humano no es lo externo, sino lo que sale del corazón. Mientras los fariseos se preocupaban por la apariencia, Jesús miraba la intención.
Dios no busca perfección aparente, busca corazones sinceros.
El desafío es dejar de vivir para agradar a la religión… y empezar a vivir para agradar al Padre.
En esta prédica se presenta una enseñanza clara sobre la realidad espiritual de la opresión demoníaca y la importancia de permanecer firmes en la fe:
Jesús advirtió que cuando un espíritu maligno es expulsado, puede regresar con otros peores si la “casa” queda vacía (Mateo 12:43-45). La liberación debe ir acompañada de transformación y perseverancia.
Los demonios se caracterizan por ser mentirosos, engañosos y pacientes. Pueden disfrazarse como algo atractivo o incluso “bueno”, con el propósito de controlar y destruir la vida de las personas.
Existen prácticas que abren puertas al mundo espiritual negativo: ocultismo, brujería, consulta a muertos, yoga, horóscopos, objetos de superstición, música o películas que exaltan el pecado, entre otros. Estas prácticas otorgan derecho legal a los demonios para regresar.
La mente es el campo de batalla principal. Pensamientos de duda, temor, obsesiones, resentimiento o incredulidad pueden convertirse en fortalezas que el enemigo utiliza para debilitarnos.
Los pecados sexuales, el derramamiento de sangre, las palabras de autodestrucción y las ataduras emocionales también se convierten en puertas abiertas.
La manera de levantar defensas es mantener hábitos espirituales sólidos: oración, lectura de la Palabra, adoración, congregarse y vivir sometidos a un proceso de formación cristiana.
Este mensaje advierte sobre la estrategia del enemigo, pero también muestra cómo Dios nos da armas para vivir en libertad y permanecer firmes.
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¿Sabías que Jesús nunca juzgó a los fariseos? Él no los condenó, los confrontó.
Y esa diferencia lo cambia todo. Porque juzgar busca señalar y sentirse superior, pero confrontar desde el amor busca sanar, corregir y liberar.
Jesús no vino a imponer reglas humanas ni tradiciones vacías, sino a recordarnos que lo que realmente contamina al ser humano no es lo externo, sino lo que sale del corazón. Mientras los fariseos se preocupaban por la apariencia, Jesús miraba la intención.
Dios no busca perfección aparente, busca corazones sinceros.
El desafío es dejar de vivir para agradar a la religión… y empezar a vivir para agradar al Padre.