La Biblia recuerda una promesa poderosa: “Bendeciré a los que te bendigan y maldeciré a los que te maldigan”. No se trata de buscar venganza, sino de confiar en que Dios es quien pelea las batallas y defiende a su pueblo.
Esta promesa dada a Abraham también alcanza hoy a la iglesia. No debemos maldecir a quienes Dios ha bendecido, y existe una clave espiritual que puede romper una maldición: la oración del acusado por el acusador.
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La Biblia recuerda una promesa poderosa: “Bendeciré a los que te bendigan y maldeciré a los que te maldigan”. No se trata de buscar venganza, sino de confiar en que Dios es quien pelea las batallas y defiende a su pueblo.
Esta promesa dada a Abraham también alcanza hoy a la iglesia. No debemos maldecir a quienes Dios ha bendecido, y existe una clave espiritual que puede romper una maldición: la oración del acusado por el acusador.
Jesús no solo tuvo discípulos hombres; también fue seguido por mujeres valientes, generosas y transformadas. Mujeres como María Magdalena y Juana, que fueron sanadas, liberadas y luego se convirtieron en testigos, sostenedoras y portadoras del mensaje más grande: la resurrección. Dios sigue usando mujeres para predicar, profetizar, enseñar y discipular, no para competir, sino para complementar su obra con gracia, poder y amor.
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La Biblia recuerda una promesa poderosa: “Bendeciré a los que te bendigan y maldeciré a los que te maldigan”. No se trata de buscar venganza, sino de confiar en que Dios es quien pelea las batallas y defiende a su pueblo.
Esta promesa dada a Abraham también alcanza hoy a la iglesia. No debemos maldecir a quienes Dios ha bendecido, y existe una clave espiritual que puede romper una maldición: la oración del acusado por el acusador.