¿Sabías que Jesús nunca juzgó a los fariseos? Él no los condenó, los confrontó.
Y esa diferencia lo cambia todo. Porque juzgar busca señalar y sentirse superior, pero confrontar desde el amor busca sanar, corregir y liberar.
Jesús no vino a imponer reglas humanas ni tradiciones vacías, sino a recordarnos que lo que realmente contamina al ser humano no es lo externo, sino lo que sale del corazón. Mientras los fariseos se preocupaban por la apariencia, Jesús miraba la intención.
Dios no busca perfección aparente, busca corazones sinceros.
El desafío es dejar de vivir para agradar a la religión… y empezar a vivir para agradar al Padre.
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¿Sabías que Jesús nunca juzgó a los fariseos? Él no los condenó, los confrontó.
Y esa diferencia lo cambia todo. Porque juzgar busca señalar y sentirse superior, pero confrontar desde el amor busca sanar, corregir y liberar.
Jesús no vino a imponer reglas humanas ni tradiciones vacías, sino a recordarnos que lo que realmente contamina al ser humano no es lo externo, sino lo que sale del corazón. Mientras los fariseos se preocupaban por la apariencia, Jesús miraba la intención.
Dios no busca perfección aparente, busca corazones sinceros.
El desafío es dejar de vivir para agradar a la religión… y empezar a vivir para agradar al Padre.
¿Y si para ser un héroe tuvieras que morir primero?
No a la manera trágica de las películas, sino morir a tu orgullo, a tus deseos, a tu carne y a todo aquello que te aleja del propósito de Dios. Jesús dijo: “Si alguno quiere seguirme, tome su cruz cada día y sígame”, y eso significa que el camino del héroe también es el camino del sacrificio.
Sansón tuvo la fuerza, pero no el carácter. Jesús, en cambio, venció toda tentación porque decidió obedecer al Padre hasta el final. Ser un héroe del Reino no se trata de fama ni reconocimiento, sino de morir a uno mismo para vivir en el poder del Espíritu.
🎯 No hay verdadera victoria sin una cruz primero. ¿Estás dispuesto a morir como héroe para vivir con propósito?
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¿Sabías que Jesús nunca juzgó a los fariseos? Él no los condenó, los confrontó.
Y esa diferencia lo cambia todo. Porque juzgar busca señalar y sentirse superior, pero confrontar desde el amor busca sanar, corregir y liberar.
Jesús no vino a imponer reglas humanas ni tradiciones vacías, sino a recordarnos que lo que realmente contamina al ser humano no es lo externo, sino lo que sale del corazón. Mientras los fariseos se preocupaban por la apariencia, Jesús miraba la intención.
Dios no busca perfección aparente, busca corazones sinceros.
El desafío es dejar de vivir para agradar a la religión… y empezar a vivir para agradar al Padre.