¿Qué está compitiendo por tu corazón? La Biblia habla de tres grandes rivales que buscan apartarnos de Dios: los deseos de la carne, los deseos de los ojos y la soberbia de la vida. Parecen inofensivos, pero pueden robar lo más valioso: nuestra intimidad con Él.
Desde la codicia y la lujuria, hasta la vanidad, el orgullo y la búsqueda insaciable de reconocimiento, estas trampas del mundo son atractivas, seducen… pero terminan vacías. Dios nos recuerda que lo que el mundo ofrece es pasajero, pero el que hace su voluntad permanece para siempre.
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¿Qué está compitiendo por tu corazón? La Biblia habla de tres grandes rivales que buscan apartarnos de Dios: los deseos de la carne, los deseos de los ojos y la soberbia de la vida. Parecen inofensivos, pero pueden robar lo más valioso: nuestra intimidad con Él.
Desde la codicia y la lujuria, hasta la vanidad, el orgullo y la búsqueda insaciable de reconocimiento, estas trampas del mundo son atractivas, seducen… pero terminan vacías. Dios nos recuerda que lo que el mundo ofrece es pasajero, pero el que hace su voluntad permanece para siempre.
¿Qué está compitiendo por tu corazón? La Biblia habla de tres grandes rivales que buscan apartarnos de Dios: los deseos de la carne, los deseos de los ojos y la soberbia de la vida. Parecen inofensivos, pero pueden robar lo más valioso: nuestra intimidad con Él.
Desde la codicia y la lujuria, hasta la vanidad, el orgullo y la búsqueda insaciable de reconocimiento, estas trampas del mundo son atractivas, seducen… pero terminan vacías. Dios nos recuerda que lo que el mundo ofrece es pasajero, pero el que hace su voluntad permanece para siempre.
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¿Qué está compitiendo por tu corazón? La Biblia habla de tres grandes rivales que buscan apartarnos de Dios: los deseos de la carne, los deseos de los ojos y la soberbia de la vida. Parecen inofensivos, pero pueden robar lo más valioso: nuestra intimidad con Él.
Desde la codicia y la lujuria, hasta la vanidad, el orgullo y la búsqueda insaciable de reconocimiento, estas trampas del mundo son atractivas, seducen… pero terminan vacías. Dios nos recuerda que lo que el mundo ofrece es pasajero, pero el que hace su voluntad permanece para siempre.