
Después de la creación del mundo, Dios creó al hombre a su imagen y semejanza, lo enriqueció con dones y privilegios sobrenaturales, lo destinó a una felicidad eterna e inefable y ordenó su naturaleza de modo que naciera inclinado a asociarse y a unirse a otros en la sociedad doméstica y en la sociedad civil, que le proporciona lo necesario para la vida.