
En este intenso pasaje, Juan Antonio Cebrián nos sumerge en uno de los episodios más oscuros y apasionantes del final del Imperio ruso: el enfrentamiento entre Grigori Rasputín, el místico campesino convertido en consejero de los zares, y Félix Yusúpov, el aristócrata que conspiró para acabar con su vida.
El poder del Monje Loco
Rasputín había conquistado la confianza de la zarina Alejandra gracias a su misteriosa habilidad para aliviar al heredero, el zarevich Alexis. Su creciente influencia política y su vida disoluta generaron odio y temor entre la nobleza rusa, que veía en él la ruina del trono.
El complot del príncipe
Cebrián narra con dramatismo cómo Yusúpov, movido por el deseo de salvar al imperio —o quizás por pura venganza social—, organizó el célebre atentado contra Rasputín. Veneno, disparos, golpes y un final casi sobrenatural conforman una de las muertes más legendarias de la historia.
El fin de una era
El asesinato de Rasputín simbolizó el derrumbe moral y político de la dinastía Romanov, preludio inevitable de la Revolución Rusa. Entre el mito y la tragedia, este pasaje revive el choque entre la superstición, el poder y la decadencia de un mundo que se apagaba.
Un relato vibrante sobre cómo la obsesión por el poder y la fe ciega sellaron el destino del último imperio de los zares.