
En este fascinante pasaje, Juan Antonio Cebrián nos presenta la vida de Arthur Conan Doyle (1859–1930), el escritor escocés que dio vida a uno de los personajes más célebres de la literatura universal: Sherlock Holmes.
De médico a escritor
Cebrián recuerda cómo Doyle, formado en medicina en la Universidad de Edimburgo, se inspiró en uno de sus profesores, el doctor Joseph Bell, para dar forma a la fría lógica y aguda capacidad de observación de su inmortal detective. Aunque ejerció como médico, su pasión por la escritura pronto lo llevó por otro camino.
El nacimiento de Sherlock Holmes
Con la publicación de Estudio en escarlata (1887), Doyle creó al detective consultor que revolucionó la literatura policíaca. Junto a su inseparable Watson, Holmes se convirtió en un fenómeno cultural que atrajo a miles de lectores y marcó un antes y un después en el género detectivesco.
El autor contra su criatura
Sin embargo, Cebrián nos cuenta cómo el propio Doyle llegó a detestar la fama de Holmes, que eclipsaba sus otras obras históricas y de aventuras. En un intento por liberarse, lo "mató" en las cataratas de Reichenbach, desatando una ola de indignación que lo obligó a resucitarlo años después.
Más allá de Holmes
La vida de Conan Doyle no se limitó a la literatura. Fue médico voluntario en guerras, defensor de causas sociales, e incluso se adentró en el espiritismo, convencido de la existencia de un mundo invisible, lo que lo llevó a fuertes polémicas con la comunidad científica.
Un legado eterno
Murió en 1930, dejando tras de sí un personaje que trascendió las páginas y se convirtió en icono cultural. Holmes no solo es parte de la literatura, sino también del cine, la televisión y la imaginación colectiva.
Un relato que nos muestra a Doyle como mucho más que el creador de Sherlock Holmes: un hombre complejo, entre la razón científica y la fascinación por lo oculto, que dejó una huella imborrable en la cultura universal.