En este episodio nos adentramos en los recuerdos más profundos y humanos de una vida en la sierra: caminatas interminables bajo la luna, noches heladas de regreso a la base de operaciones, y el verdadero significado de compartir el silencio y el cansancio con tus compañeros.

Hablamos de cómo el criterio se vuelve tu herramienta más valiosa: cuando no solo lideras soldados, sino que convives con pobladores que te abren la puerta de su mundo, que te regalan tortillas calientes, leña, café o simplemente una sonrisa sincera. Recordamos aquellas noches de plática en torno a la fogata, donde la confianza se forja palabra a palabra, donde los más duros se quiebran y los más callados se revelan como sabios.

Son historias de lugares remotos, olvidados por la ciudad, pero llenos de vida, de misticismo, de resistencia. Caminamos con los rarámuri, los coras, los wixárikas, escuchamos su idioma, aprendimos a comunicarnos sin más tecnología que un radio militar, sin señal, sin celulares inteligentes. Allí donde no llegan los mapas, pero sí las leyendas.

Compartimos también anécdotas insólitas: desde ser acusado de comernos dos vacas, hasta encontrar parajes que parecen salidos de otro mundo en las sierras de Chihuahua, Durango, Sinaloa, Jalisco y Nayarit.

Este episodio es un homenaje a la hermandad, al cansancio compartido, a lo que no se enseña en los manuales: la intuición, la paciencia y la empatía. Es una carta de amor a las sierras y a sus guardianes.