
En una semana particularmente desafiante, me levanté temprano para pasar un tiempo a solas en oración. Reflexioné sobre la forma en que había estado actuando y sobre esa sensación que tenía de haberme convertido en esa madre y esposa que nunca quise ser. Reflexioné sobre los comentarios que tan a la ligera había hecho a mi esposo, la ingratitud que había estado sintiendo en mi corazón y la impaciencia que tuve con mi dulce niña de 3 años.
En ese momento decidí que algo tenía que cambiar. Decidí que necesitaba crear más espacio en mi vida para poder ir más despacio. Entonces, creé un ritual. Este ritual transformó el ritmo de nuestra familia y trajo una extraordinaria cantidad de paz a mi vida y a mi hogar. Abrí mi agenda y bloqueé todos los lunes durante los próximos tres meses. Cancelé las reuniones de juego y las citas para arreglarme el cabello; moví llamadas telefónicas y reclamé los lunes por el bien de mi propia cordura. Los lunes en nuestra casa ahora se consideran "lunes lentos".