En Efesios 5, el apostol Pablo nos dice que los maridos deben amar a sus esposas como Jesucristo amó a la iglesia y "se entregó a sí mismo por ella, para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra" (Ef. 5:25-26). Aquí vemos que la Palabra de Dios es comparada con agua por el efecto limpiador que tiene. Como necesitamos agua para limpiarnos físicamente, así también necesitamos la Biblia para limpiarnos espíritualmente.