
No fue un caso mediático.
No salió en los noticieros, ni lo persiguieron las cámaras.
Era un expediente más… salvo por un detalle.
Dentro había cartas a colores. Dibujos. Voces escritas de niñas, madres y maestras de una comunidad rural que pedían lo más básico: baños limpios, agua, condiciones dignas para aprender.
La jueza que lo recibió, Aracely del Rocío Hernández Castillo, no lo trató como un trámite.
Salió del escritorio, llegó a la escuela, y leyó la sentencia en voz alta, frente a la comunidad.
Este episodio es sobre la esperanza y lo que debemos preservar a toda costa, cualquiera que sea el futuro de la justicia en México.
Bienvenidas y bienvenidos a Guardianes de la Dignidad, una serie de historias reales sobre personas comunes que defendieron lo justo… en un país donde eso no es común.
Hoy empieza con Aracely.