Tu plato es un espejo. No solo refleja lo que comes, refleja quién estás siendo.

Puedes seguir contando calorías, buscando la dieta perfecta o diciendo que “solo te falta fuerza de voluntad”… pero nada de eso cambia lo que hay detrás del plato.

Porque no comes por hambre, comes por identidad. Y mientras sigas alimentando el mismo desorden interno, tu cuerpo solo obedecerá el caos que llevas dentro.

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