
Lo que sentimos, pensamos u observamos puede guiarnos a ver a los demás de una forma incorrecta. Siempre debemos ver a las personas a través de los ojos de Jesús, creyendo que el Espíritu Santo es el único que puede darnos el poder de mostrar el amor que ya nos ha sido mostrado. Solo así podrá fluir para con otros ese amor que habita en nosotros.