
Hola hermosa…
Hoy quiero abrirte el corazón.
Quiero contarte algo mío. Algo muy íntimo.
Porque muchas veces, desde afuera, se piensa que una ya lo tiene todo resuelto…
Que porque tenés una comunidad, un camino, un método propio, un mensaje claro…
Ya está, ya sos libre, ya sos independiente.
Y sí…
En gran parte, logré cosas hermosas.
Elegí. Me animé. Solté estructuras.
Corté con mandatos. Me paré en mi voz.
Pero la independencia no es un título que colgás en la pared.
No es algo que alcanzás y listo.
Es una decisión diaria.
Un acto de valentía constante.
Y este año me lo vino a recordar.
Porque aunque hace mucho que no dependo de una empresa, ni de un jefe, ni siquiera de mi familia…
Este año tuve que volver a mirar partes de mí que no quería ver.
Tuve que rehacer cuentas.
Reescribir metas.
Rediseñar mi vida.
Pedir y aceptar ayuda
Y entendí algo importantísimo:
Ser independiente no es algo que lográs. Es algo que sos.
Y cuando sos independiente de verdad, eso se siente.
Se siente en la voz.
En el cuerpo.
En lo que elegís decir y lo que ya no estás dispuesta a callarte.
En lo que hacés aunque te tiemble todo.
Hoy quiero compartirte las 3 cosas que más me ayudaron en mi camino hacia mi independencia.
Escuché mi voz antes que la de afuera.
Y fue doloroso. Porque a veces esas voces vienen de personas que amás.
En mi caso, mi familia.
Cuando decidí dejar la empresa familiar, se vivió como una traición.
Pero yo ya no podía quedarme. Algo en mí me gritaba que ese no era mi lugar.
Con el tiempo, entendieron que no fue traición…
Fue fidelidad.
Fidelidad a mi camino. A mi alma.
Sané mi relación con el miedo.
El miedo siempre está.
Pero aprendí a no dejar que él maneje el auto.
Puede venir de acompañante, si quiere.
Pero yo conduzco.
Solté la culpa.
La culpa es uno de los lazos invisibles más fuertes que existen.
Y a veces, para ser libres, tenemos que romper esos hilos.
Hilos que nos atan a expectativas ajenas. A lealtades viejas.
A versiones de nosotras que ya no somos.
No fue fácil.
Y todavía no terminó.
Cada vez que algo se mueve en mi economía, o en mis relaciones, o en mi cuerpo…
Me escucho. Me acompaño. Me abrazo.
Y si hoy vos estás ahí…
Queriendo dar un paso y no pudiendo…
Queriendo gritar tu verdad pero todavía en voz bajita…
Queriendo hacer tu camino, pero con miedo a soltar…
Solo quiero decirte:
No estás sola.
Y aunque no haya fórmulas mágicas, sí hay claves que pueden ayudarte.
De esto hablamos en profundidad en el taller Yo Soy Magnética.
Ahí conté esta historia completa, y te mostré cómo descubrir si tu falta de independencia tiene raíces más profundas.
Y cómo podés empezar a moverte desde un lugar amoroso pero firme.
Podemos seguir profundizando en mis consultas uno a uno o con los talleres que encontrarás en mi página web para conocerte a fondo y sanar desde la raíz misma de los conflictos.
https://integra-por-sole-chielli.tiendup.com/
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