A esto le llamo invertir en la cuenta del cielo: Que te conozca el pobre por tu generosidad, que te conozca por tu libertad el que está oprimido. Que te conozcan los grandes por tu sabiduría, que te conozca el desvalido por tu atención. Que te conozca por tu paz el que está preocupado, que por tu perdón se arrepienta el que te hirió. Que se convierta el perdido por tu buen andar, que conozca el rico que tu tesoro es mayor. Que por tu palabra de aliento se alegre el que está triste, Que tu pròjimo te conozca por tu amor. Que disipes las tinieblas con tu luz, que des sabor al mundo desabrido con tu sal. Que te ignore el mundo, que te odie el infierno. Que te aplauda el cielo, que contigo se frustren las estrategias del diablo y se cumplan en ti los planes del Señor. Que el infierno te conozca por tus rodillas, que el cielo te conozca por tu adoración. De nada nos sirve solo conocer lo que es bueno, lo que es justo, lo que viene de arriba y no hacerlo. El fin del conocimiento de lo bueno es ponerlo en práctica.