
El bullicio de las calles, los olores y sabores desconocidos, y las diferencias culturales me abrumaron, y confieso que me sentí un poco asustada y cautelosa al principio. Sin embargo, a medida que los días se convirtieron en semanas y luego en meses, algo sorprendente sucedió: llegué a amar profundamente este país que inicialmente tanto me había inquietado.