
El apodo de «el asesino de la Baraja» con el que se le conoció le había sido atribuido por los medios de comunicación a partir del hallazgo de un naipe junto a su segunda víctima, un hecho que la prensa consideró erróneamente que había sido intencionado por parte del asesino.
En julio de ese año, Galán se entregó a la polícía en estado de embriaguez en Puertollano (Ciudad Real), su ciudad natal, y en 2005 fue juzgado y condenado a 142 años de prisión.