
Perdonar a los demás es importante para el proceso de sanidad. Aferrarnos a la amargura o alimentar el rencor, solo envenena nuestro propio espíritu. Sí, podríamos haber sido verdaderamente ofendidos, y, sí, el dolor es real, pero hay libertad en el perdón. El perdón es un regalo que podemos dar, porque el Señor Jesucristo nos lo ha dado.