
Para saber qué es un verdadero hombre, basta con mirar la vida de Jesucristo. Como Hijo del Hombre, Jesús es el epítome de la hombría, el ejemplo perfecto de lo que es la verdadera madurez. Jesús estaba lleno del Espíritu Santo y vivió en completa dependencia y obediencia a la voluntad de Dios.