
El pecado nos golpea a todos. No solo nos aleja de un Dios santo, sino que también nos deja un reguero de caos en nuestras vidas: relaciones destrozadas, adicciones, angustia emocional e incluso la muerte. Además, no podemos ignorar cómo el pecado de otros nos hiere profundamente. La Biblia lo describe como más que simples "malas decisiones": es un poder real.
Después de la triste historia en Génesis, donde Caín es advertido sobre el acecho del pecado, nos damos cuenta de su influencia. Pero gracias a Jesús y su sacrificio en la cruz, el pecado ya no tiene el control absoluto. Tenemos esperanza: a través de la fe en Él, podemos liberarnos del poder destructivo del pecado y abrazar la libertad.
¡Es hora de dejar atrás esa carga!