
Cuando oramos, aunque no veamos respuestas inmediatas, Dios ya está obrando. En medio de la prueba, muchas veces no entendemos el "por qué", pero al final, todo toma su lugar. Dios no permite nada sin propósito. Su tiempo es perfecto y su poder, ilimitado. Lo que hoy parece una dificultad, mañana será testimonio. Por eso, cuando la tormenta pase, debemos mirar atrás con gratitud, reconociendo la obra que Él hizo en nuestra vida. Porque no solo resolvió nuestra adversidad, también moldeó nuestro carácter y fortaleció nuestra fe.