¡Vótame en los Premios iVoox 2025! Un niño mártir del siglo III, San Vito, cuyo nombre se convirtió en sinónimo de movimientos incontrolados, inspiró la expresión “tener el baile de San Vito”. En la Edad Media, epidemias de danza llevaban a cientos a moverse sin parar, a menudo buscando curarse junto a la estatua del santo. Médicos como Paracelso y, después, Thomas Sydenham, transformaron estas supersticiones en observación clínica: Sydenham describió una enfermedad infantil caracterizada por convulsiones y torpeza. Hoy sabemos que aquella “danza” no era magia, sino la manifestación neurológica de la fiebre reumática, una complicación de la infección por estreptococo.
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