
Pero por favor ahora ya duérmete mi niño, no ves que aunque me duela el alma, mañana tenemos que a ir a la Parroquia a entregarte, ya cumpliste un año con nosotros y te tienes que ir a otra mayordomía. Esa es la tradición. No quiero que me pase como a mi comadre Margarita, que cuando te fuiste de su casa y dejó de ser mayordoma, se puso tan triste que se murió. Y lo peor, su esposo la alcanzó un mes después. No, así no. Yo no me quiero poner triste, ni cuando se lleven tu recámara, con todos tus roperos llenos de ropones, de vestiditos, zapatitos, huarachitos, calcetines, tenis, gorros, camisetitas, ropa interior y todas las chambritas y colchitas tejidas que tienes, ni cuando vea que se van tus juguetes, las pelotas, las sombrillas, los cojines, las lucesitas, medallitas, pulseras y todos los recuerditos que te da la gente. Al fin y al cabo, aunque se quede vacía esta casa que construí para ti, vas a seguir viniendo, porque te gusta que te apapache, bien que te lo he oido decir en mi oido, mi querido Niñopan, imagencita escultórica del niño jesús de Xochimilco que desde hace unos cuatrocientos años, vives aquí con nosotros.