
Yo no sé porqué, pero el destino me lo puso como maestro. No nos gustó la idea, pero no lo pudimos evitar, las opciones eran, que él dejase de dar la clase (lo que significaba ganar menos dinero) o que yo me fuera al turno vespertino del colegio. Así que nos tuvimos que aguantar.
Es horrible ver cómo los estúpidos niños de mi salón se burlan de mi papá. Se ríen como marranos cuando muestra su lengua entre los dientes, para enseñarles la correcta pronunciación de la palabra inglesa Those. Al igual se pitorrean cuando se quita la corbata y les enseña la dicción de la palabra Tie. No se cómo hago para no llorar. Solo le veo a los ojos, le sostengo la mirada, y se da cuenta que estoy con él. Se reconforta, y sigue adelante como el guerrero impecable que es. Ese el ejemplo que sigo, lo que me enseña a pulirme por dentro . . . a no perder el equilibrio.