
Hoy llegué temprano y me tocó verla llorando mientras estaba sobándose sus brazos. Me quedé afuera y ví a María con un cinto entre las manos. Iba y venía muy nerviosa jalándose los pelos como queriendo decir algo, pero nomás echaba baba por la boca. La viejita sentada en su silla. El portón se abrió de golpe. Era la vecina de junto con mucha gente y policías. Se llevaron a María.
De vez en cuando regreso a la cocina. Me parece ver a la viejita. Oler el pan y las galletas que nos hacía. Le platico de mis cosas y ella me cuenta sus historias. Mis amigos dicen que estoy loco. Será. Pero yo no la quiero olvidar, aunque ya no vaya a las higueras.