En 1984, una llamada llevó a cuatro arqueólogos del INAH a una humilde vivienda en Azcapotzalco. Lo que encontraron parecía una locura: un esqueleto prehispánico con una flecha envenenada, una pieza de obsidiana atravesándole la tibia… y un museo casero construido por orden de un fantasma.Octavio Romero, soldador de profesión, aseguraba haber recibido instrucciones directas de un espíritu: el príncipe Tlaltecatzin, acusado de traición durante la Conquista. Su misión era limpiar su nombre… y construirle un museo.¿Fantasía? ¿Invención?Los arqueólogos dijeron que no coincidía con los registros históricos.Pero hay algo que aún no se explica del todo.🎙️ Esta es la historia real del “Museo del Pueblo” y del caso más extraño que ha enfrentado la arqueología mexicana.