
En este episodio, Paloma Castillo, Albana Paganini y Felipe Aguero se lanzan —entre humor, ironía y lucidez— a pensar el Chile de hoy, en plena antesala electoral. El punto de partida: un país que parece haber perdido toda esperanza colectiva, donde la ultraderecha crece al ritmo del desencanto y donde la política se reduce a una promesa de seguridad.
Paloma habla de una “melancolización social” que atraviesa el lazo, Albana se ríe de su antigua ingenuidad política, y Felipe advierte la banalización del pensamiento y del deseo: una sociedad que ya no espera, sino que teme.
Desde ese paisaje político, los tres transitan al síndrome de la felicidad aplazada, concepto popularizado en redes sociales que leen desde el psicoanálisis: la tendencia a postergar la felicidad hasta cumplir con los mandatos del éxito —el cuerpo, la pareja, el trabajo, el ideal de vida mostrable—. Lo analizan como una forma contemporánea de neurosis, sostenida por un superyó cada vez más sádico y por la imposibilidad de habitar el presente sin la mirada del otro.
El diálogo deriva naturalmente hacia la queja, reivindicada aquí como un gesto de vitalidad y pensamiento. Frente a una sociedad que patologiza o silencia el malestar, los tres defienden la queja como forma de resistencia: “una sociedad que se queja aún cree que existe un Otro”, dice Castillo; “la queja golpea, invoca, sostiene el lazo”, agrega Agüero.
El capítulo, cargado de humor clínico y análisis político, cierra con el clásico Minuto Cafebrería, donde recomiendan Catedrales de Claudia Piñeiro, Pequeño país de Gaël Faye y El peligro de estar cuerda de Rosa Montero.
Entre lapsus, risas y pensamiento vivo, Llegué Tarde vuelve a ser lo que promete: un espacio de desorientación lúcida, donde el malestar se piensa, se nombra y, de paso, se celebra.