
1. Delimitar y dar presencia al terreno
Colocar una barda, malla ciclónica, postes con alambre de púas o, al menos, mojoneras (marcadores visibles de las esquinas). Un terreno abierto “invita” a ser ocupado; en cambio, un terreno con límites claros envía un mensaje de propiedad y cuidado.
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2. Mantener documentación en regla y actualizada
Tener a la mano escrituras inscritas en el Registro Público de la Propiedad, pagar el predial puntualmente y guardar todos los comprobantes. Esto no solo protege legalmente, sino que demuestra ocupación y control ante cualquier intento de invasión.
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3. Darle “uso” o vigilancia periódica
Aunque no se construya de inmediato, se puede:
• Visitarlo cada cierto tiempo.
• Prestarlo para estacionamiento, si aplica.
• Sembrar árboles o pasto.
• Contratar a alguien de la zona para que lo mantenga limpio y supervise.
Un terreno sin actividad transmite abandono; uno con movimiento, aunque sea mínimo, disuade a invasores.