
Cuando lideramos, recibimos la mayor cantidad de presiones.
Las exigencias parecen no tener fin. Cargamos incluso con la autoexiencia de tener que estar siempre bien y mucha veces pagamos altos precios por ello.
Necesitamos encontrar prácticas que reciclen la adrenalina, el cortisol y los pesos excesivos para poder regresar a nuestro eje en pos de un mayor bienestar.