
Yo soy la vid verdadera” fue una de las últimas palabras de Jesús antes de emprender el camino a la cruz. Habían salido del aposento alto; la cena había terminado. Judas ya no estaba entre ellos. El tiempo de la despedida había llegado; sus corazones rotos. Con la intención de consolarlos, ante la inminencia de la obra del enemigo de sus almas, Jesús les mostró su amor hablándoles tiernamente; no les aconsejó sobre cómo aplicar la fuerza. Tampoco les habló de conquista, ni de defensa. Sus palabras expresaron claramente un mensaje de unión, de permanencia, de dar fruto.