
Desde los albores de la existencia humana la experiencia de la vida ha estado determinada por el gran anhelo del alma de pertenecer, acompañado por el deseo intrínseco por encontrar el propósito de ser. El viaje de la vida nos mueve de parajes de caminos rectos, desde los cuales el horizonte se divisa claramente, a parajes de selvas tupidas que no nos permiten ver más allá del siguiente paso. Muchas veces andamos como ciegos, a tientas, sin saber cuál es el camino a seguir. Otras veces, nuestros caminos parecieran torcidos debido a nuestras propias decisiones, las cuales nos alejan de la vida de paz y prosperidad que todos quisiéramos vivir.