Como en el caso de todo contenido bíblico, conocer el contexto y los antecedentes de algo resulta crucial. Según hemos visto, el conflicto cósmico y la figura de Dios como juez son cruciales para entender las guerras libradas por el pueblo de Dios contra los cananeos.
Aunque el tema principal de la lección de esta semana son las guerras del Antiguo Testamento, encomendadas por Dios y asistidas por él, debemos mencionar la presencia de otro tema igualmente significativo en los escritos proféticos del Antiguo Testamento: la visión futura de una era mesiánica de paz.
El texto hebreo utiliza un término especial para describir la destrucción de personas en la guerra: herem. Esta palabra se refiere a lo que está «prohibido», «condenado» o «dedicado a la aniquilación».
El propósito original de Dios para los cananeos no era que fueran aniquilados, sino desposeídos. Los pasajes que describen la forma en que Israel tuvo que involucrarse en las batallas de la conquista utilizan términos que hablan de la desposesión, expulsión y dispersión de los habitantes de la Tierra Prometida.
La santidad del carácter de Dios significa que no tolera el pecado. Aunque él es paciente, el pecado debe cosechar su consecuencia final, que es la muerte.
Tenemos que mirar más allá del libro de Josué para entender completamente lo que significaba la iniquidad de las naciones que habitaban Canaán. Las prácticas aborrecibles de esas naciones, como el sacrificio de niños, la hechicería, la adivinación mediante la invocación a los muertos y el espiritismo, nos dan una pista.
El destino de Israel quedaba indisolublemente unido al de los gabaonitas en virtud del solemne juramento de los dirigentes de Israel. De hecho, al ser designados leñadores y aguadores para la casa de Dios, los gabaonitas se convirtieron en parte integrante de la comunidad cúltica de Israel.
Este capítulo de Josué comienza relatando la decisión de cinco reyes cananeos de pequeñas ciudades-estado de crear una coalición contra los israelitas. A diferencia de ellos, los habitantes de Gabaón decidieron hacer una alianza con Israel.
«Mediante su obediencia el pueblo debía mostrar su fe. Asimismo todo aquel que espera ser salvo por los méritos de la sangre de Cristo debe comprender que él mismo tiene algo que hacer para asegurar su salvación. Únicamente Cristo puede redimirnos de la pena de la transgresión, pero nosotros debemos volvernos del pecado a la obediencia.
Un aspecto central de la historia de Rahab es la mentira que dijo para proteger a los espías. Al considerar ese engaño debemos tener presente que ella estaba inmersa en una sociedad extremadamente pecaminosa, lo que finalmente desembocó en el juicio de Dios
El Señor es un Dios de segundas oportunidades. La Biblia llama «gracia» a las oportunidades adicionales. Gracia es simplemente algo que no merecemos. La Biblia está repleta del concepto de gracia. Dios ofrece misericordiosamente a todos la posibilidad de un nuevo comienzo.
La construcción del Santuario fue precedida por un acto divino de redención, a saber, la liberación de Israel del poder esclavizador de Egipto. A su vez, este acto fue seguido por la disposición de Dios para entrar en una relación pactual permanente con su pueblo. Sería el Dios de ellos, y ellos serían su pueblo.
La encarnación de Jesús es un misterio que los redimidos estudiarán durante toda la eternidad. El apóstol Juan afirma que Cristo habitó con nosotros de forma tangible al encarnarse. En virtud de la encarnación, Jesús se asemeja al Dios del Antiguo Testamento, quien habitó con los israelitas en el Tabernáculo del Sinaí y en el desierto mientras viajaban hacia la Tierra Prometida.
La gloria de Dios es su santidad, su carácter y su presencia amorosa, que es la bondad misma. Su presencia llenaba el Tabernáculo y se manifestaba de manera visible como la nube, la gloria, o shekiná.
Los servicios del Tabernáculo eran lecciones visuales acerca del evangelio, pues ilustraban todo el plan de redención. Las diversas ceremonias representaban cuánto aborrece Dios el pecado y cómo trata con él, cómo salva a las personas arrepentidas, cuál es el destino de los malvados, y cómo asegurará Dios un futuro glorioso libre del mal.
Para construir el Tabernáculo se necesitaba una gran cantidad de materiales preciosos, y esto se consiguió gracias a las generosas donaciones del pueblo de Dios, que dio de todo corazón, de buena gana y con alegría.
Por mucho que argumenten, erróneamente, quienes se oponen a la observancia del sábado, el séptimo día de la semana, diciendo que era solo para los judíos; o argumenten, también erróneamente, que los judíos oyeron hablar del sábado por primera vez en el Sinaí, no hay duda de que ese día estaba muy presente en la vida del pueblo hebreo desde el principio.
Terribles cosas ocurrieron en el campamento israelita a causa de la rebelión del pueblo, incluso la muerte de muchas personas (Éxo. 32: 28)
La lección de esta semana presenta un enfoque especial acerca de la obra de Dios en los creyentes. El Señor puede hacer en nosotros «infinitamente más que todo cuanto pedimos o entendemos»
Mientras Moisés estaba todavía en el Monte Sinaí, Dios dijo que destruiría a los rebeldes y haría de la posteridad de aquel una gran nación. Pero eso no era lo que Moisés quería, sino que suplicó al Señor en favor de los israelitas, señalando que no eran el pueblo de Moisés, sino el de Dios, y que no había sido él, Moisés, quien los sacó de Egipto, sino Dios mediante sus poderosos hechos.