
¿Y si te dijera que la razón por la que dejamos de hacernos preguntas y damos más respuestas tiene origen en la infancia? En situaciones donde se nos condicionaba de tal forma que nuestro valor dependía de la respuesta correcta, pero no de las preguntas.
Muchos hoy hacen preguntas, refutan la respuesta equivocada levantando las cejas, en el mejor de los casos, y vuelven a hacer la pregunta, hasta aplaudir la respuesta correcta cuando la obtienen.
Sin embargo, todo es una paradoja, porque las nuevas certezas tienen que llegar a partir de preguntas nuevas. Si no sabemos preguntarnos (de verdad), nunca hay crecimiento.
En la tercera Cápsula vemos el potencial transformador de plantearnos buenas preguntas y qué impacto pueden tener en nosotros a través 4 estudios de Neurociencia y sus correspondientes reflexiones.