
El sentido de existencia surge cuando creamos. Y eso puede suceder cuando practicamos nuestras relaciones, cuando creamos y habitamos momentos con intención. Así como los oficios se dominan con repetición, el arte de estar con otros también se entrena. En este capítulo hablamos de la importancia de abrirnos a las relaciones como un espacio de creación —no solo de compañía—. Porque cada instante compartido, cada conversación honesta, cada ilusión que nace con alguien más, también construye certeza en quienes somos.