
La llegada de la COVID-19 a la isla de San Andrés trajo más que sólo un virus. Las familias sanandresanas han estado sumamente afectadas. Cuando los turistas salieron con miedo de la isla, dejaron el territorio con un silencio profundo. Al cerrar las vías aéreas, los aeropuertos y las restricciones por el confinamiento trajeron consigo que las personas no sólo tuvieran que alarmarse por su salud, sino también por mantener a flote su empleo.