
Durante el primer tercio del siglo XX, España vivió una profunda transformación social y cultural. En ese proceso, el periodismo gráfico emergió como una herramienta poderosa de modernización y construcción de identidad. La aparición de revistas ilustradas como Blanco y Negro, Nuevo Mundo, La Esfera o Mundo Gráfico, inspiradas en publicaciones francesas y alemanas, introdujo una nueva forma de narrar el país, combinando información con imagen, y otorgando valor a los detalles cotidianos: arquitectura, personajes, tradiciones… y gastronomía.
En este contexto, Elche brilló con luz propia. Sus símbolos más reconocibles —el Misteri, la Dama, el Palmeral— fueron recurrentes en la prensa nacional, y junto a ellos emergió un plato humilde, ancestral y profundamente local: el arroz con costra. El cronista Wenceslao Fernández Flórez, tras su visita en 1928 invitado por la Asociación de la Prensa de Alicante y Elche, probó catorce arroces, pero dedicó su entusiasmo al arroz con costra, al que llamó con afecto “tesoro gastronómico” en las páginas de ABC, bajo el seudónimo de “El devorador de arroces”.
El auge del periodismo gráfico fue acompañado por un nuevo hábito urbano: la compra diaria de prensa en quioscos. En Elche, este fenómeno tuvo nombre propio: el Kiosco de Rico. Fundado en 1908 por José Rico Gomis, fue el primer punto de venta de prensa en la ciudad y un símbolo de modernidad y acceso a la cultura. De madera al principio y de ladrillo desde 1912, el kiosco se convirtió en una institución local gestionada por cuatro generaciones de la misma familia hasta su cierre en 2017. Fue, de hecho, el quiosco más antiguo de España en funcionamiento continuado por una misma estirpe.
Gracias al kiosco y a su conexión con la prensa nacional, Elche pudo proyectar su imagen moderna y hospitalaria. El arroz con costra, hasta entonces ligado al ámbito doméstico y a las celebraciones religiosas o familiares, comenzó a difundirse como reclamo turístico y símbolo cultural. Ya en 1900, el astrónomo Camille Flammarion fue agasajado con este plato en una comida en el Huerto del Cura. El rey Alfonso XIII, durante una visita en 1911 a Alicante y otra en 1923 a Elche, mostró su aprecio por el arroz con costra, contribuyendo a su prestigio público.
Uno de los momentos culminantes de esta difusión fue la aparición, en diciembre de 1932, de un anuncio en Blanco y Negro del Hotel-Restaurante El Comercio, de Joaquín Román, en el que se presentaba el arroz con costra como “tesoro escondido”. Fue la primera vez que un restaurante ilicitano promocionó este plato a nivel nacional. La gastronomía local salía así del ámbito familiar para entrar en el escaparate del turismo de calidad.
La crónica visual y escrita de estos años dejó testimonio de otros momentos clave. En 1906, tras el triunfo de la banda de música “Blanco y Negro” en Orán, Elche acogió a una delegación argelina en una comida multitudinaria servida en el huerto de Domingo Bartolomé. Allí, por primera vez de forma documentada, se ofreció arroz con costra a trescientas personas. Blanco y Negro inmortalizó la escena. El vínculo entre música, hospitalidad y cocina local quedó sellado en imágenes y textos que hoy forman parte del archivo sentimental de la ciudad.
Entre 1905 y 1932, el arroz con costra pasó de ser una receta doméstica a convertirse en símbolo provincial. Fue incluido en la primera guía gastronómica de España en 1929 y celebrado en crónicas, fotografías, anuncios y banquetes oficiales. Su ascenso acompañó a la modernización de Elche, en un relato en el que la cultura impresa, el periodismo gráfico y un pequeño quiosco fueron tan protagonistas como el propio plato.
Así, entre palmeras, imprentas y fogones, Elche tejió un imaginario propio: una ciudad moderna que supo reconocerse en sus tradiciones, proyectarlas con inteligencia y convertir el arroz con costra en un emblema de hospitalidad, orgullo local y cultura viva.