Hay fuegos que no hacen ruido,
pero igual te consumen lento.
Hay silencios que no sanan,
solo se acumulan hasta que el alma grita por dentro.

Este no es un episodio de calma ni de autoayuda barata.
Es un grito en voz baja.
Una carta para los que siguen funcionando con el corazón en reserva.
Para los que sonríen mientras se desmoronan.
Para loss que callan… pero sienten todo.

Aquí hablamos del cansancio invisible,
del cuerpo que sigue en automático,
del alma que ya no tiene pila,
y del fuego que, aunque quema, también purifica.

Porque sí, la que calla, arde — y a veces no por sabiduría,
sino porque si hablara, incendiaría todo.

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