
Los relatos del evangelio de Marcos (3,20-21) y de Lucas (8,19-21) han sido bastante olvidados en la memoria cristiana y están ahí para recordarnos el conflicto que tuvo que existir entre María y Jesús cuando éste comenzó a convertirse en un predicador ambulante y en un líder popular. Y para indicarnos que, al igual que su hijo Jesús, María vivió un proceso en el que tomó conciencia de su responsabilidad como madre de aquel hombre, al que la gente seguía con tanta esperanza y pasión.