
El orgullo no siempre grita… a veces susurra:
“Yo puedo solo.”
“Yo ya sé eso.”
“Dios me entiende así.”
Pero mientras más grande es el ego, más lejos se escucha la voz de Dios.
En Ezequiel 11–12 y Santiago 4, vemos el retrato de una generación endurecida,
que tiene ojos pero no ve, oídos pero no escucha.
Dios promete cambiar corazones de piedra por corazones sensibles,
mientras Santiago nos recuerda que Dios se opone a los orgullosos, pero da gracia a los humildes.
🧠 La neurociencia confirma que cuando crees que “ya sabes todo”, tu cerebro deja de aprender.
Y lo mismo pasa en lo espiritual: el orgullo te apaga la sensibilidad del alma.
“El orgullo es un ruido que tapa la voz de Dios.”
🎧 Escucha este episodio y deja que el Espíritu Santo te devuelva el oído espiritual que el orgullo había cerrado.