
Los hombres rara vez lloran en público.
No porque no sientan, sino porque les enseñaron que hacerlo los hace débiles.
Desde pequeños escuchan: “aguántate”, “los hombres no lloran”, “sé fuerte”.
Y así, poco a poco, aprenden a reprimir lo que sienten para encajar en el papel que la sociedad espera de ellos.
Pero el precio del silencio masculino es alto:
soledad, ansiedad, depresión,
y una generación de hombres que sonríen mientras se desmoronan por dentro.
Hoy hablaremos de eso.
De la salud mental de los hombres,
y del silencio que, poco a poco, los destruye.