
Josué hereda la misión de Moisés en un tiempo de transición lleno de incertidumbre. Tenía frente a sí un pueblo difícil, una tierra por conquistar y enemigos poderosos. Pero Dios no lo dejó solo: le prometió su presencia constante y la seguridad de que el éxito dependería de la obediencia a la Palabra, no de la fuerza militar. El liderazgo de Josué nos enseña que las victorias espirituales no dependen de nuestras capacidades, sino de la fidelidad a las promesas divinas. El secreto era meditar día y noche en la Ley y ser fuerte y valiente en la confianza de que Dios iba con él.